30.8.07

2.2.5 ÁMBITO SOCIAL: Sociedad, socialización y cultura.

La sociedad es el escenario por excelencia de la risa. «Para comprender la risa -nos recordará Bergson-, hay que integrarla a su medio natural, que es la sociedad, hay que determinar ante toda su función útil, que es una función social. Esta será, digámoslo, la idea que ha de presidir todas nuestras investigaciones. La risa debe responder a ciertas exigencias de la vida común. La risa debe tener una significación social» (Bergson, 1973).



La risa es, entonces, en esencia, un acto de comunicación que amerita ser entendido y aplicado a las circunstancias del mundo de la vida.



Nadie ríe sólo y cuando esto sucede, quien lo hace no puede realizarlo más allá de un universo simbólico socializado, que reafirma o deconstruye como evaluaciones contrastantes de la realidad subjetiva socialmente construida. Desde esta perspectiva nos interesa indagar y apropiar la teoría sociológica de Peter Berger y Thomas Luckmann para comprender ¿cómo es posible que los significados subjetivos se vuelvan facticidades objetivas? Cómo esas fácticidades objetivas que consideramos realidad, se contrastan permanente para afianzarla o para morigerar los efectos “traumáticos” a través de la risa.


Nos interesa profundizar en la teoría sociológica de Berger y Luckmann para apropiar sus instrumentos de comprensión. Esta perspectiva sociológica propone que los universos simbólicos cumplen funciones nómicas, ordenadoras y de negociación que facilitan la integración de los significados discrepantes dentro de la vida cotidiana en la sociedad. Queremos indagar en esta teoría la posibilidad de proponer la risa como un factor de negociación de significados discrepantes que morigera y facilita la vida en sociedad. Un factor que no sólo hace parte del universo de comprensiones de lo social sino que además la caracterizan. Como parece demostrarlo la Tesis en Proceso de Alejandro Romero en la Universidad de Córdoba diversas sociedades (premoderna, moderna y postmoderna) entienden y apropian la risa de muy distintas maneras. Apoyado en Lipovestky Romero afirma que la nuestra es una sociedad humorística:

"Desde el principio, Lipovetsky afirma, con ese entusiasmo monocromo que embarga a todos los que alguna vez han creído encontrar una clave esencial para comprender el mundo, que la sociedad contemporánea puede ser definida como fundamentalmente humorística, que el humor es un componente de máxima importancia en dicha sociedad:
«... el fenómeno no puede circunscribirse ya a la producción expresa de los signos humorísticos, aunque sea al nivel de una producción de masa; el fenómeno designa simultáneamente el devenir ineluctable de todos nuestros significados y valores, desde el sexo al prójimo, desde la cultura hasta lo político, queramos o no. La ausencia de fe posmoderna, el neo-nihilismo que se va configurando no es atea (sic) ni mortífera, se ha vuelto humoristica» (Lipovetsky, 1986: 136-137).


Por de pronto encontramos ecos de Nietzsche y su Zaratustra; volvemos a escuchar el derrumbarse de la razón como último gran objeto de fe, en tanto la fe religiosa está sencillamente fuera de consideración (“la ausencia de fe postmoderna no es atea”). La incredulidad de nuestros tiempos, ese estar de vuelta de todo que supone desesperar de la capacidad humana para influir en la solución de los problemas de la especie (ya sea rezando y obedeciendo los mandamientos del Creador, ya sea valiéndose de las armas de la razón, analizando situaciones, diagnosticando errores y planificando vías de acción), y que lo impregna todo hasta el punto de ser característica sustantiva de la cultura contemporánea, favorece antes una expresión humorística que el despliegue de dramatismo desesperado.

El humor ha existido siempre, naturalmente, bajo una forma u otra, pero es únicamente en la sociedad occidental contemporánea que toma constante posición de primera fila. En el pasado, lo humorístico hacía acto de presencia en momentos aislados, ocupaba su nicho específico, mayor o menor según los particulares empíricos de cada caso, en el espacio y el tiempo. Ahora, de la misma forma que el proceso de des-diferenciación cuya importancia privilegia Lash (1990) supone la omnipresencia de la cultura, el humor impregna muchos ámbitos de lo social que antes le estaban vedados”



Nos interesa entonces entender la articulación subjetiva, social y mediática de las sociedades, incluyendo la risa y su función social como un factor que ayuda a caracterizarlas. Para ello, no sólo será importante revisar a Romero, Lopevsky, sino tambien a Michel Foucault quien en “Las palabras y las cosas” brinda los elementos teóricos para definir la premodernidad, la modernidad, y la postmodernidad como formas simbólicas y modos de uso de habitar y relacionarse con la realidad; así como a Marshall Bergman, en su obra: "Todo lo sólido desvanece en el aire".


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